Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

23 de abril de 2015

El ángel de Varsovia

"Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad.
Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón"


Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por el mundo gracias a Steven Spielberg, Irena Sendler seguía siendo una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país.

En 1999, su historia empezó a conocerse gracias a un grupo de alumnos de un instituto de Kansas y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto.

Consiguieron muy pocas referencias. Sólo había un dato sorprendente: había salvado la vida de 2,500 niños.

¿Cómo es posible que apenas hubiese información sobre una persona así? La gran sorpresa llegó cuando tras buscar el lugar de la tumba de Irena descubrieron que no existía dicha tumba, porque ella aún vivía.

Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, Varsovia, en el seno de una familia católica. Desde muy pequeña convivió con la solidaridad y el amor y respeto a los demás, valores que aprendió de su padre, Stanisław Krzyżanowski, un médico que falleció cuando ella sólo tenía siete años al contagiarse del tifus que sufrían sus pacientes y a quienes muchos de sus colegas no habían querido atender por miedo a contagiarse.

Estudió Derecho, Filología y Pedagogía, dedicándose sobre todo a la ayuda social dentro del Comité Ciudadano de Bienestar del Ayuntamiento de Varsovia donde trabajaba cuando Alemania invadió Polonia. Irena decidió dedicar su vida a los demás y se hizo enfermera.

En 1939 el ejército nazi de Hitler invade Polonia. Rápidamente los alemanes crean un gueto en Varsovia con la población judía, cifrándose en casi 400.000 sus habitantes, el 30% del total de habitantes de la ciudad.

Los alemanes cercan el acceso al gueto, primero con alambres de púas y posteriormente con un muro de tres metros y dieciocho kilómetros de largo. Las condiciones de vida en el gueto eran inhumanas, debido al hambre y las enfermedades que sufrían.


Irena, horrorizada por esta situación, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos consiguiendo identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de una posible epidemia de tifus, permitían que los polacos controlaran el recinto.

Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto aunque no les podía dar garantías de éxito.

Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos, y ellos le preguntaban: "¿Puede prometerme que mi niño vivirá?" pero qué podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir de allí. Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.

Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, pues ella misma era madre, y sabía perfectamente que, de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el momento más duro era el de la separación.

Algunas veces, cuando volvía a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.

A lo largo de un año y medio hasta la evacuación del gueto en el verano de 1942, se calcula que consiguió rescatar a unos 2.500 niños. Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.

Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social. Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos dándole otras identidades a los niños judíos.

Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias... 

Ideó un archivo en el que registraba los verdaderos nombres de los menores, sus nuevas identidades y las familias de acogida.  Anotaba los datos en pequeños trozos de papel y los guardaba dentro de botes de conserva que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino.

Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de 2,500 niños hasta que los nazis se marcharon. Pero un día los nazis supieron de sus actividades...

El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. Era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos.

Le rompieron los pies y las piernas sin embargo nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte.

Una sentencia que nunca se cumplió, porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba, la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados así que, a partir de entonces, continuó trabajando pero con una identidad falsa.

Ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los niños que colocó con familias adoptivas para reunirlos con sus parientes diseminados por toda Europa, pero desgraciadamente la mayoría de las familias de los niños habían fallecido en los campos de concentración nazis.

En 1965 fue nombrada Justa entre las naciones, título otorgado por el Estado de Israel a aquellas personas no judías que han salvado la vida de judíos durante el Holocausto. Pero hasta 1988 no pudo acudir a Jerusalén para plantar un árbol como todos los reconocidos con este título. No se le permitía salir de Polonia y no le facilitaban el pasaporte.

Años más tarde, su historia apareció en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirle: "Recuerdo tu cara… soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…"



En 2003 el presidente de Polonia le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Orden del Águila Blanca. Irena estuvo acompañada durante el acto por una de las niñas salvadas, "la niña de la cuchara de plata".

En 2007 el gobierno de Polonia, con el apoyo del gobierno de Israel la presenta como candidata al Premio Nobel de la Paz.


Irena Sendler vivió encadenada a una silla de ruedas debido a las lesiones que arrastraba tras las torturas sufridas por la Gestapo. Falleció en Varsovia el 12 de Mayo de 2008 a los 98 años de edad.

Nunca se consideró una heroína ni se adjudicó crédito alguno por sus acciones. Siempre que se le preguntaba sobre el tema decía:
"Podría haber hecho más, este lamento me seguirá hasta el día en que yo muera"

Fuentes:
Irena Sendler "El Ángel del Gueto de Varsovia" Personajes enigmáticos de la historia
Irena Sendler - Nabatiando.com
Irena Sendler. Hacer el bien - Medicina y Holocausto

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