Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

18 de septiembre de 2014

Digamos que no

Por Irene Serrano

Afirmaba ayer Daniel Movilla, con razones fundadas, que "los estrategas que dirigen la política del PP y del PSOE le están haciendo la campaña a Podemos".

No sólo esto, diría yo, también favorecen la expansión del discurso en favor de la independencia de los nacionalistas catalanes ahora reconvertidos a separatistas; algunos de éstos, son políticos interesados en organizar engaños masivos para esconder su incompetencia (podría ser el caso de Artur Mas) o, lo que aún resulta más intolerable, en la ocultación de tramas corruptas como la desarrollada por el clan de los Pujol.

Declaraciones como las del titular de Exteriores advirtiendo sobre la posibilidad de suspender la autonomía catalana para evitar la consulta no creo que sean el mejor remedio y tensan, aún más, una situación ya de por sí bastante complicada. Observando esto, hasta los ciudadanos más alejados de posiciones nacionalistas, incluso los detractores del discurso separatista, estarán pensando como solución votar a favor de la independencia, para mostrar el alejamiento del gobierno central (por no proponer éste salidas menos viscerales y más argumentadas).

"Sólo la ley, pero toda la ley" ha recalcado García-Margallo. ¿Por qué ésta no se aplicó por los sucesivos gobiernos españoles que dejaron a CIU y al tripartito incumplirla en derechos fundamentales como la libertad en la utilización de la lengua? ¿Por qué no mostraron igual rigor y disciplina ante los repetidos incumplimientos en materia educativa, tributaria o en la utilización de los símbolos? ¿Dónde estaban entonces los grandes defensores de la ley del gobierno central?

La falta de firmeza de gobiernos como el de Aznar le llevaron a convertirse en uno de los mejores presidentes para la defensa de los intereses del nacionalismo catalán; y ahora, sus compañeros de partido se sorprenden de que los nacionalistas hayan derivado hacia el independentismo más radical. Un sentimiento que en la década de los 80 era intrascendente se ha convertido ahora, con el apoyo de Madrid, en un sentir general, algo en lo que creer como solución a los graves problemas económicos de Cataluña.

Definir lo real es complicado y peligroso para muchos políticos y por ello es preferible inventar una realidad edulcorada, fácil de digerir, algo sencillo en lo que creer cada día. Iluminan una parte del escenario, la que prefieren mostrar a la gente, aquello en lo que quieren que creamos y el sistema educativo y los medios de comunicación hacen el resto. Lo que realmente están mostrando no es sino una realidad absurda que sólo beneficia a unos pocos, generalmente las élites políticas y económicas.

Y desde el gobierno central, y algunos partidos que conforman el arco parlamentario, en lugar de combatir esto con argumentos, con razones, con ese 'sentido común' al que tantas veces apela nuestro presidente del gobierno, prefieren hacer uso de la amenaza y el insulto. Echar sobre ellos todo el peso de la ley y de los tribunales que parecen utilizar, arbitrariamente en ocasiones, los unos contra los otros y que otras veces obvian, como hicieron hace 30 años con Banca Catalana.

Esto no es política real. Las situaciones complicadas no tienen soluciones perfectas, sino remedios menos malos, y no vayamos a creer que unos visionarios nos van a resolver nuestros problemas. Los alivios mágicos no existen.

"No hay nada peor que el que no quiere ver por muy duro que sea mirar"  
(De repente desperté,  Melendi)


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