Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

16 de mayo de 2014

El Ángel de Budapest

Mucha gente conoce, en parte gracias a la película de Spielberg, la historia del empresario alemán Schindler que salvó a 1.200 judíos del Holocausto.

Pero no todos conocen la historia del español Ángel Sanz-Briz, encargado de negocios de la embajada española en Budapest, que salvó a más de cinco mil judíos en las narices del mismísimo Adolf Eichmann. Lo hizo por su cuenta aunque el Gobierno franquista se apuntó el tanto años después  ¿Cómo lo hizo? 

Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza el 28 de Septiembre de 1910. Procedente de una familia de comerciantes y militares, después de estudiar Derecho, ingresó en la Escuela Diplomática en 1943. Al comenzar la Guerra Civil española, se alistó voluntariamente en las filas de las tropas franquistas como conductor de camiones del Cuerpo del Ejército Marroquí.  

Tras la guerra, Ángel pudo volcarse ya en lo que sería su vocación, logró terminar sus estudios y ser enviado a El Cairo en lo que sería su primer destino como diplomático. En 1942, cumplidos los 32 años y poco después de casarse con la que sería su esposa hasta la muerte, Adela Quijano, fue destinado a Hungría, un estado aliado de los alemanes pero que no participaba, en ese entonces, de las atroces técnicas de exterminio nazis.

Lo que prometía ser un destino tranquilo en un estado aliado y alejado de los combates se convirtió en la prueba más dura para la determinación del futuro Ángel de Budapest.


En marzo de 1944, la guerra estaba perdida para el III Reich. Los tropas rusas avanzaban decididas por el Este y, al otro lado del canal de La Mancha, se ultimaban los preparativos para un desembarco de los aliados en Normandía.

Ante tal situación, Hitler, temiendo perder el control de su influencia por el Este, decide la ocupación militar absoluta de Hungría, hasta entonces aliada del Eje, y, tras la invasión, el propio Adolf Eichmann se traslada al país para supervisar los planes de exterminio de la comunidad judía. Entraron en Hungría y tomaron el control del país, ante la exasperación de las pocas tropas húngaras que no pudieron hacer nada por impedirlo. Inmediatamente la maquinaria nazi entró en acción: la boyante comunidad judía de Hungría se vio de pronto asediada y perseguida por Adolf Eichmann en persona, mano ejecutora de la temida Solución Final. Más de 565.000 judíos, entre naturales y refugiados del resto de Europa, fueron llevados a los campos de concentración, donde gran parte pereció.



Las barbaridades que estaban llevando a cabo los nazis contra la indefensa población de etnia judía impidieron que Sanz Briz pudiese ejercer su gestión de manera tranquila. El zaragozano no pudo mirar hacia otro lado y ante ese horror, decidió no permanecer impasible.


Se aprovechó de su cargo como agregado comercial de la embajada española y de la posición de neutralidad que España mantenía frente a Hitler para empezar a salvar a judíos de la maquinaria de muerte. Según sus propias palabras:
"Conseguí que el Gobierno húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (...) Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias; y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior al 200".
En junio de 1944, los ejércitos aliados inician sus bombardeos sobre la ciudad y las embajadas de los distintos países comenzaron a abandonar la capital del país. Sanz Briz no abandona su destino y permanece en Budapest, ya que España era un país neutral (pero afín a los alemanes) y había que defender los intereses de los ciudadanos españoles.

Un año antes, el secretario de la Embajada española en Berlín, Federico Olivar, había escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores pidiendo autorización para ayudar a los judíos del exterminio. Con una pericia inusitada, el también diplomático español Miguel Ángel de Muguiro, titular de la Embajada española en Budapest, en connivencia con Olivar, rescata un viejo decreto promulgado por la Dictadura de Primo de Rivera en 1924 que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos (descendientes de judíos que vivieron en España hasta 1492).

Lo que no sabían los alemanes era que la Ley había sido derogada por la II República en 1931. De esta manera, en un primer arrojo de gallardía, consiguen visados españoles y envían a Tánger un cargamento de 500 niños, destinados a la cámara de gas en Polonia.

Pero el gesto de Muguiro despertó el recelo de los nazis y los húngaros, quienes presentan una hoja de protesta ante su superior en Madrid a fin de que cese en su puesto en la Embajada. Madrid no tiene más remedio que deponer a Muguiro y deja la titularidad de la legación en manos de su secretario, Sanz Briz, quien se convierte así en el responsable principal de la embajada española en Budapest. No sabían húngaros y alemanes que el nuevo embajador estaba metido en el ajo del salvamento de judíos.

Junto a Giorgio Perlasca, un italiano que había luchado en la Guerra Civil, perfecciona la idea de Muguiro. Había que hacer lo mismo, pero sin levantar sospechas, lo cual exigía una nueva y mejor planificación. Puestos de acuerdo, entran en escena. Perlasca simula su nacionalización española, a cuyo efecto cambia su nombre por el de Jorge para hacerlo todo más creíble, y es contratado en la Embajada.

Mientras están pergeñando su estrategia liberadora, Sanz Briz colabora, entre otros, con el embajador sueco Raoul Wallenberg. Este diplomático sueco había logrado convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores de su país para que lo enviasen a Budapest con una misión clara: salvar judíos. 

Sanz Briz cooperó también con el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que atendían una red clandestina de salvamento. Lutz había creado unos salvoconductos llamados “schutzbriefe”, unos visados de protección que, entre los judíos, tomó el nombre de “certificados de vida”. Éste fue el modelo que inspiró al zaragozano.

Sanz Briz dio un nuevo paso y envía al gobernador nazi Adolf Eichmann una carta rindiéndole cortesías, a la que adjuntaba una sustanciosa donación económica para garantizar el respeto a los españoles por parte de las SS (fuerzas nazis de represión). Los nazis desconocían el número exacto de sefardíes; no obstante, tras previo pago y suponiendo que se trataba de pocos, estarían dispuestos a ceder. Como resultado de una astuta y bien urdida gestión negociadora, la Embajada española obtiene 200 salvoconductos sólo para sefardíes. Pero arriesgando su propia vida, y poniendo en práctica su genialidad, Sanz Briz logra conceder estos visados a 5.200 judíos, aunque de éstos, sólo 200 tenían raíces españolas.

¿Cómo con 200 salvoconductos, cada uno de ellos válido para un sólo titular, se pueden salvar a más de 5.000 personas? 

El propio Sanz Briz explicó años más tarde que los 200 documentos que le habían sido concedidos los convirtió en una suerte de visados familiares; por tanto, válidos para 200 familias. Además, la numeración de los documentos cedidos por los nazis se descompuso en muchísimas series, cada una diferenciada con las letras del alfabeto; es decir, además de que cada documento era para 4 ó 5 personas, cada número estaba compuesto de series: 134-A, 134-B, 134-C, 134-D... De esta manera, las 200 familias se multiplicaron indefinidamente. Sólo había que tener suma precaución en no expedir un documento que llevase el número superior al 200.

Mientras las autoridades húngaras tramitaban los salvoconductos, Sanz Briz, con su propio dinero, alquiló inmuebles para cobijar a sus españoles, alimentarlos y proporcionales atención médica. Los refugiados sólo podían salir a la calle un rato por la mañana. Por seguridad, hizo poner en las puertas y fachadas de estos edificios un cartel: “Anejo a la Legación de España. Edificio extraterritorial”, por tanto, territorio extranjero. Allí, permanecerían hasta que Sanz Briz consiguiera un medio de transporte hacia Suiza, España o cualquier otro país donde estuvieran a salvo.

A finales de 1944, la caída de Budapest en manos del Ejército Rojo parecía inminente. Como la España franquista no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS, Sanz Briz recibe la orden de abandonar la capital y trasladarse a Suiza. Previamente, el español dejó toda la infraestructura que había organizado en manos de sus colaboradores, entre los que hay que destacar a Giorgio Perlasca, quien, declarando ser cónsul español en Budapest, continuó su labor utilizando documentos de identidad españoles falsificados por él mismo. De esta manera, se consiguió mantener a salvo a los judíos hasta el 16 de enero de 1945, fecha en que los soviéticos entran en Budapest. La entrada soviética liberó de la represión a los judíos húngaros.

De regreso a España, el aragonés no recibió ninguna felicitación ni censura por su labor, aunque no esperaba nada a cambio: lo importante era salvar vidas.

Entre 1946 y 1960 estuvo al frente de varias embajadas, legaciones y consulados, entre ellas, la de Lima, Berna, Vaticano y Bayona. En 1960, fue nombrado embajador en Guatemala, donde recibió la Gran Cruz de la Orden del Quetzal. En 1962, fue destinado a Estados Unidos, donde continuó su carrera diplomática en San Francisco y Washington y desempeñó el cargo de cónsul general en Nueva York. En 1964, fue embajador en Perú, país que le otorgó la Gran Cruz de la Orden del Sol. Años más tarde, en la Embajada de Holanda, le concedieron la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau. A continuación, pasó unos años en Bélgica, y en 1973 se estableció en China, siendo el primer embajador español en Pekín, ante el régimen de Mao Tse-Thung. Su último destino fue el Vaticano, en 1976, como embajador de España ante la Santa Sede, donde le concedieron la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno y donde en junio de 1980, falleció.

Los sefarditas, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de "Ángel de Budapest". En 1991, los herederos de Briz recibieron el título de "Justo entre las Naciones" de manos del Museo del Holocausto Yad Vashem, de Israel, y reconoció su benefactora y desinteresada acción, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto junto a otros héroes, como el sueco Wallenberg y el alemán Schindler.

Hay una plaza en Zaragoza dedicada a él, y ha sido objeto de varios homenajes y reconocimientos, ninguno de los cuales se le otorgó en vida.

Recibió, de parte del gobierno húngaro, la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara, y hoy en día su nombre aparece el segundo en una placa dedicada a los benefactores de los judíos en la sinagoga de Budapest.


De igual manera, le fue concedida la Gran Cruz de Bélgica y la Gran Cruz de la Orden Pro Mérito Melitensi de Malta, y fue nombrado Comendador de la Corona de Italia y Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia.

En el Talmud puede leerse una frase que define la humanidad de nuestro compatriota:

"Quien salva la vida de un hombre, salva al mundo entero"

En España poco se ha reconocido a este héroe olvidado, apenas una emisión de un sello de correos (fue el primer diplomático en figurar en uno) y una placa en el portal de su casa en Madrid. Ángel Sanz-Briz es un nombre que ningún español debería olvidar. Al final de su exitosa carrera admitió que
"Lo que tuve el privilegio de hacer en Budapest fue lo más importante que he hecho en mi vida"


Cine

Libro

Un español frente al Holocausto, de Diego Carcedo

Fuentes:


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