Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

26 de noviembre de 2013

La leyenda del pequeño elefante Sitalon


Por Edelweiss Coen

En una frondosa y abigarrada selva habitaban unos animales singulares que poseían la facultad de hablar.

Sitalon, un pequeño elefante, se había quedado algo rezagado del resto de sus compañeros de viaje. Todo para él era novedoso; las flores, las hojas de los árboles, los pájaros e insectos… De vez en cuando extendía su pequeña trompa e inspeccionaba texturas y formas de los objetos que iba encontrando a su paso; piedras, palos, flores… Debería de haber estado más atento ya que su manada migraba por un grave problema que los acuciaba, el abastecimiento de agua.

Fortuitamente una mariposa rojiza se cruzó en su trayecto y el pequeño elefante la siguió casi hechizado pendiente de cada movimiento de aquella, de sus giros y quiebros en el aire. Finalmente la mariposa desapareció de su vista pero lamentablemente también su manada.

Desorientado miró en derredor suyo pero no halló a nadie que lo pudiera ayudar.

Vagó tres días desconcertado sediento y triste. El 4º día halló un precipicio,frente a él se extendía un antiguo puente construido por humanos, el cual enlazaba las dos montañas escarpadas. La visión de un pequeño manantial le hizo esbozar una breve sonrisa.

Inopinadamente emergieron de la nada multitud de pájaros grises.

- Hola - Les dijo Sitalon mirándolos con ojos diáfanos y dulces.

Aquellos pájaros extrañamente guardaron silencio, habían sido hechizados en la antigüedad por un malvado mago que les había arrebatado sus bellos y radiantes colores aunque no sus trinos. Lo que aquellos no sabían es que aquel fatídico maleficio hubiera sido revertido con un simple trino emitido por cualquiera de ellos con la intención de ayudar a alguien desinteresadamente.

Lo miraron de soslayo obviando deliberadamente su saludo y se situaron perezosamente sobre las cuerdas que entrelazaban los antiguos tablones de madera oscura que vertebraban aquel peregrino puente.

Sitalon se aventuró con resolución hacia el antiguo puente, a cada paso que este daba, aquel emitía lamentos y crujidos de madera antigua, ajeno al peligro que corría, prosiguió.

Sin embargo el tortuoso lamento arreció de forma alarmante, lo que hizo detenerse a Sitalon en su alocado avance.

Los pájaros mantuvieron su actitud neutra, no es que aquel elefante les cayera mal… Lo único que ocurría es que llevaban una pesada carga a cuestas. Por otra parte aquel desconocido en nada les había ayudado con sus problemas, asi que… ¿Por qué iban a ser ellos diferentes? Algo inquietos por los lúgubres pensamientos a los que se estaban viendo sometidos se agitaron revoloteando alrededor. Como si con aquellos erráticos vuelos pudieran aplacar sus consciencias.

De súbito apareció una serpiente verde. Era un antiguo amigo de Sitalon. Habían sido grandes amigos días atrás hasta que el elefante en su alocada inconsciencia le había pisado la cola. No valieron las excusas proferidas por Sitalon desde aquel día esta se desligó de aquel de forma fría y cruel. Ahora tenía que aguantar humillado que los otros animales de la selva le dijeran cola partida y cosas peores. Observó como Sitalon volvía avanzar a través de aquel maldito puente realizado por los humanos.

-¡Bah hecho por humanos!- comentó la serpiente con desprecio. - Menudo estúpido – sentenció. Poco después se quedó dubitativo, Sitalon había sido su amigo, recordó escenas de juegos… al instante las alejó de su mente. El peso del orgullo herido pesó más sobre su actuación así que se emboscó entre la maleza para observar el desenlace de los acontecimientos que sabía serían letales.

Una hiena se unió al público. Aquella no tenía ningún vínculo afectivo con los elefantes, así que le era del todo indiferente. Se relamió instintivamente visualizando la próxima pitanza de la que sería único comensal.

Sitalon tenía mucha sed. Aquel pensamiento monopolizó su mente, se imaginó bebiendo del manantial y avisando posteriormente a su familia y amigos de su gran descubrimiento. Se movía lentamente procurando equilibrar su peso de forma equitativa. El puente oscilaba ligeramente de un lado a otro y las antiguas cuerdas empezaron a deshilacharse una tras otra inexorablemente. Estaba a unos escasos pasos del otro extremo cuando oyó una voz desconocida que le aviso de su error, lamentablemente ya era tarde…

El puente se quebró y con el arrastró a Sitalon. Mientras se precipitaba en su caída advirtió que aquellos pájaros grises habían sufrido una metamorfosis, sus plumajes eran ahora abigarrados de bellos colores y volaban tras él intentando retener su caída.

Instantes después Sitalon se estrelló contra el suelo quedando desmadejado e inerme como un muñeco roto. Los pájaros se situaron con tristeza rodeando su cuerpo como silenciosos vigilantes. La hiena tras un par de horas, bajó con una idea fija en su mente. Poco después apareció la serpiente, en silencio se unió al resto de los guardianes que lloraron al cabo del tiempo desconsolados.

- ¡Ah que pesados!… - No hicisteis nada cuando él os necesitaba ¿Ahora por qué tanta tontería? Dejadme que por lo menos yo aproveche su carne, él ya no la necesita. - dijo la hiena removiéndose inquieta. Tenía que convencerlos de su error, no quería sufrir ningún picotazo de aquellos pájaros vehementes, además no tenía del todo claro si aquella serpiente verde era o no venenosa…

<Menudos cansinos> Pensó con ironía sentándose a unos cuantos metros chasqueando la lengua groseramente.

- Si pudiéramos retroceder el tiempo lo daríamos todo por salvarlo.- dijo una de las aves apesadumbrada. Tanto la serpiente como el resto de las aves asintieron dándole la razón calladamente.

- ¡Tonterías, paparruchas! - dijo la hiena haciéndoles un desplante con una pata - No podéis detener el tiempo ni hacer que retroceda. - Dicho esto se rió cruelmente de las ocurrencias de sus contertulios. - ¿Sois dioses acaso? ja ja ja 

Pero casualmente había por allí un hada que había oído retazos de la conversación, al manifestarse de manera visible miríadas de colores y chispas de luz los envolvieron. Todos los allí presentes se quedaron maravillados, mudos de asombro ante semejante espectáculo. El hada flotaba ingrávida en el aire, una energía dorada y cambiante la rodeaba. El tono de su piel era curiosamente del mismo color que la luz emanada por ella, se desplazó en el aire y llegó a los pies de Sitalon. Por unos momentos pareció que la embargara una gran tristeza, tocó con su delicada mano el cuerpo del elefante, acto seguido depositó su mirada sobre cada uno de los que allí estaban.

- Hola, he oído retazos de vuestras conversaciones, dijisteis que queríais retroceder en el tiempo para que nada de lo que ha pasado ocurriera ¿No es cierto?

- Si - Asintieron todos menos la hiena que se retiró a una distancia prudencial. No se fiaba de las hadas, eran seres caprichosos, además en el pasado una de ellas convirtió en un árbol a uno de sus compañeros. 

Así que dudaba mucho de la intención de aquellos seres sobrenaturales. - Si eso dijimos. - Corroboraron exaltados la serpiente y el resto de los pájaros.

- Esta bien, necesito que unáis vuestros deseos a los míos, según la calidad de vuestros sentimientos, Sitalon volverá a la vida o por el contrario permanecerá en el lugar donde se halla. – Proferidas dichas palabras, el hada volvió a mirarlos escrutándolos con la mirada, su valoración pareció ser positiva ya que esbozó una fugaz sonrisa.

Segundos después una gran oleada de luz de radiantes colores envolvió a Sitalon. Todas las miradas convergieron sobre el pequeño elefante, cuando aquella energía hubo cesado. Los animales se acercaron un poco más para descubrir lo acontecido. Observaron que todas las heridas habían desaparecido y que el elefante se desperezaba perezosamente de un pesado sueño.

¿Qué era aquello adherido a Sitalon de vivos colores? Se preguntaron aquellos anonadados.

- ¿Qué paso? - Indagó Sitalon extrañado de que todos aquellos animales lo miraran tan fijamente. Se rascó la cabeza pensativo todo a su alrededor había cambiado demasiado rápido. Aquellas aves habían sufrido una extraña metamorfosis mientras él se caía por el puente.

- Fue el hada, nos dio otra oportunidad. - le reveló la serpiente. Ya no sufría aquella fea y antigua herida. Flotaba en el aire sonriente gracias a unas alas de color verde, eran un misterioso regalo de un lejano y etéreo mundo que a veces se dignaba a visitar de forma fugaz a la tierra.

- Que locura - sonrió Sitalon. La serpiente estaba a su espalda y aún no había podido comprobar los cambios sufridos en su anatomía, ni siquiera los propios ya que ahora el elefante lucía dos bellas y multicolores alas. – que cosas dices jaja. – añadió, mientras se limpiaba el barro de una de sus patas y contemplaba atónito el cambio producido sobre su cuerpo.

El hada había mirado dentro de sus corazones y juzgó conveniente dotarlos de algunos cambios en sus anatomías. 

Edelweiss Coen - 2012

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